miércoles, 28 de octubre de 2009

Historia de una bruja con el estómago revuelto

(Foto: Adriana Tafoya, Anfélica Santa Olaya, en el Salón de Vinos la Tarragona. 13 de agosto de 2009)

Quiero comenzar a hablar de la historia de esta bruja recordando un libro especial, un libro sagrado: el Chilam Balam de Chumayel. Se preguntarán qué tiene que ver este libro con la Casa de Navajas de Estephani… aparte, claro, de Balam. Encuentro algunos puntos de contacto que no sé si tendrán que ver con una intención consciente de la autora, pero Borges decía que cada lectura es una recreación válida por sí misma así que Borges será responsable de esta perorata. Las coincidencias que encontré entre estos dos libros me proporcionaron una lectura que quiero compartirles porque enriquecieron mi visita a la Casa de Navajas. Visita que, señalo desde ahora, me emocionó mucho porque fue mirarme en un espejo conocido.
El Chilam Balam es un libro histórico que contiene narraciones proféticas sobre la Conquista española y el cambio de religión en Mesoamérica; pero también es un libro religioso, mítico, simbólico… es, junto al Popol Vuh, uno de los paradigmas de la literatura maya. Chilam
Balam fue un sacerdote maya que vivió poco antes de la Conquista afamado por sus profecías. Chilam quiere decir “el que es boca”, “el que profetiza”. Balam quiere decir jaguar e identifica al brujo; al poderoso felino soberano del inframundo; al cazador del crepúsculo y de la noche; al símbolo del mundo subterráneo, la noche, la vida y el tiempo primordial.
Pues bien, en esta Casa de Navajas habita una poeta-bruja, una moderna poeta-fiera quien –al igual que los mayas hace quinientos años- emprende un viaje iniciático y
profético desde los túneles subterráneos de la ciudad de México –desde las estaciones del metro Salto del Agua y Cuatro Caminos pasando por Coyoacán y anexas- hacia las entrañas del inframundo donde acecha, nada más y nada menos que otro brujo más poderoso: EL AMOR. Esa fiera que sale de mi cuarto… daga de cristal entre las piernas. Esa señora del desierto que come las sobras de los que enmudecen cuando aman, dice la bruja, dispuesta a luchar con el brujo mayor, armada tan sólo con la sangre de su lengua.


Granda Lamadrid durante su lectura.

En este duelo la poeta escalda con saladas y musicales metáforas su garganta, para, con la honestidad del guerrero que sabe perdida la batalla, lanzar un rugido de guerra contra el objeto de su amor; ese con quien ha dialogado-monologado antes de entablar la lucha (porque el diálogo aquí es, en realidad, un monólogo). La bruja envía recados, hace aclaraciones, advierte, lanza conjuros y suplica la redención a un Balam sordo que no escucha sus plegarias mientras ella se revuelca, herida, bajo la luz del Amor que se agolpa dolorosamente en las pupilas. La bruja intenta reembolsar el tiempo ofrecido al Brujo mayor, pero el precio del Amor es alto. Tan alto como el árbol del que pende la fruta que ha caído cuando nadie tenía hambre. La bruja sabe que pelear con el Amor es pelear contra ella misma y maldice a su contrincante: Tendrías que morderme la lengua para dejar de soplar polvo… tu lengua está maldita. Le habla y se habla a sí misma.
La debilidad de la fiera es, simplemente, amar:
Amor el día que me encuentres con la tarde calcinándome los labios… esconde tu boca pequeña entre las plegarias… para entonces ya no habrá consuelo para el sentenciado a vida

La vida que el amor promete es también la muerte del que se arriesga a jugar este juego de bocas reventadas por mascar piedras dulces; juego de encomendados ensartándose en la misma aguja, de invisibles amantes / fieritas / juguetes para hacerse sangrar.

El viaje que la poeta-bruja realiza está signado, también, como en el caso de los mayas, por números cabalísticos. La Casa de Navajas tiene dos habitaciones: la primera, llamada CiudadElla, contiene tres poemas: Salto del agua, Cuatro Caminos y Postal de Coyoacán. Al igual que los tres dioses creadores (Gucumatz, Huracán y Tepeu) que hicieron tres intentos por crear la humanidad: primero de barro hicieron al hombre, luego de madera y al final de maíz según cuenta el Popol Vuh. Estos tres poemas iniciático-proféticos, que inician la intentona, ocupan las primeras siete páginas del libro que abrirán la puerta del inframundo:

Cuando extendí mi mano dije tenemos que irnos ya: el tiempo nos venía comiendo los pasos entre las rocas y anduvimos hurgando toda la tarde un desierto pero en nuestros corazones nunca dejó de llover

La puerta a la Casa de Navajas está resguardada por siete páginas como el séptimo cielo maya, el más alto, donde se encuentra el paraíso; el cielo de Ameteotl, el dios que era varón y hembra al mismo tiempo; el creador de dioses y de hombres; el Amor.
La bruja accede al inframundo y la profecía se cumple, la voz de la bruja se escucha en el oscuro interior de la Casa: Qué desgracia cae sobre mis ojos / no veo nada que no haya amado antes… El Amor, ofrenda más que premio, es un destino llagado de amargas nueces y amar es aprender a ponerse triste, reniega la bruja.


Esta es la historia de amor de una bruja-poeta que se tambalea hacia el baño con el estómago revuelto de amor que nadie quiere. Una historia que podemos encontrar a la vuelta de la esquina excepto porque fue contada, de una manera hermosa, por una bruja, transformada en fiera, en una conversación consigo misma. En un repetir el golpe a través de la palabra para ver qué fue lo que pasó como hacen los niños pequeños; para saber en qué momento cayó el árbol, cuándo se pudrió la fruta, en qué instante apareció la luz enceguecedora de la conciencia que ilumina la batalla cuerpo a cuerpo consigo misma; con su deseo de amar. Balam y la Bruja son uno mismo. Un hechicero arrojando conjuros para que todo renazca en la sapiencia de que el Amor mata porque no nos mata. Para los mayas no hay fin del mundo sino transformación luego de la pesadilla que transporta al centro mismo del infierno. Para Estephani, cruzar el umbral de la salida consiste en florecer a la orilla del agua podrida… pero siempre agua con el deseo de continuar fluyendo con el conocimiento a cuestas.
Con una voz fuerte y sin tapujos, llena de poesía y sinceridad, Estephani nos entrega esta primer plaquett mágica y profética que masoquistamente -como solemos ser algunos que gustamos de la poesía- disfruté-sufrí, en coincidencia y emoción propia. Fue un placer visitar esta Casa de Navajas que, me parece, devela un camino más seguro que el del Amor para la bruja-poeta Granda Lamadrid que comienza con el pie derecho su trayecto en la poesía. Felicidades Estephani.

Angélica Santa Olaya D. R.© México, D. F. agosto 2009.

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