martes, 23 de diciembre de 2008

otro cuento de 6 grados de separación

Pues acá compartiendo con ustedes otro cuento que apareció el pasado viernes 19 de diciembre en el suplemento "6 grados de separación" del periódico Cambio de la ciudad de Puebla, donde colaboran:

EDICIÓN ESPECIAL DE VACACIONES
Autores:

1° LISSETTE CAÑEDO

2º DAVID MUNIVE

3º ESTEPHANI GRANDA LAMADRID

4º IVONNE BAUTISTA

5º YETEL VÁZQUEZ

6º VIRIDIANA LOZANO ORTIZ

7º JULIA SALINAS

8º ÓSCAR GÓMEZ ROMERO


y ahora les dejo con mi texto
( si quieren saber más y leer los otros cuentos revisen este blog:
http://www.6-grados.blogspot.com/)



Virginia y José

Estephani Granda Lamadrid

Aunque Virginia se le entregó pura, inocente y candorosa a José aquel 12 de diciembre de hace tres años en tamaño bodorrio, y aunque escribían —según ella— cartas a París casi a diario, y—según él— con frenética decisión y potencia, aún no habían tenido ni una falsa alarma de embarazo. Mejor la prima Dora se volvió madre soltera antes que Virginia supiera qué eran los mareos y desmayos.

Seguro la mujer tenía la culpa, no servía para hacer hijos, pensaba la desesperada madre de José. Entonces, y antes de visitar el dispensario de la colonia, un medio día por presiones de su madre, José fue con un abogado, es que ya ha pasado mucho tiempo y nada de nada mi lic. José se informó lo más que pudo sobre un inminente divorcio. Sí, iba en contra la ley de Dios, pero el instinto de su madre no podía estar equivocado: hay que poblar al mundo con inteligentes y obedientes hijos de Dios, no es sano que un hombre y una mujer forniquen sin traer hijos.

Para Virginia el asunto no era distinto, sentía que le hervía la cazuela por tener hijos ya, por eso había recurrido a los baños de asiento, a los tes que sólo la enroncharon por tres días. Había prendido veladoras a casi todos los santos, y en contra de su fe, hasta a la santa muerte le había ido a pedir un milagrito. Pero nada. Nada. Cada mes le bajaba la regla, y hasta otros días sin razón también —según ella— reglaba. Tenía todo el cuerpo adolorido porque José la embestía cada vez con más fuerza, como si con eso llegaran pronto los hijos tan anhelados. Pero nada. Sólo ropa ensangrentada. La ponía de cabeza para que los líquidos seminales le germinaran por dentro, pero nada.

Hartos ambos, pero por un consejo de una vecina que recién se había mudado, decidieron acudir al doctor. José estaba seguro de que el doctor le diría a su mujer que era ella la inservible, y eso le facilitaría la noticia del divorcio. Virginia, que era pudorosa en cosas que tuvieran que ver con su sexo, estaba segura de que algo no estaba bien en la forma en que lo hacían porque en su familia las mujeres siempre han tenido familias grandes, seguro era su esposo el del problema.

—Por lo que me han dicho, parece que llevan mucho tiempo intentando tener familia —dijo con voz opaca el doctor— pero yo les sugiero que antes de que opten por un divorcio, piensen en otras opciones para ser padres.

La cara de José se puso blanca, porque lo habían descubierto. Virginia sonreía complacida.

—Podemos hacer un estudio para detectar si hay problemas físicos u hormonales con ustedes, en caso de que existieran problemas, se puede pensar en la reproducción asistida, y en un caso más grave, siempre existe la posibilidad de adoptar.

Ahora Virginia era la de la cara pálida, cómo iba a cuidar hijos ajenos. De todos modos, aceptaron a regañadientes hacerse los estudios.

Para entonces José había pensado en decirle a Carlos, su mejor amigo, quién le había enseñado como meter y sacar el asunto para darle gusto (darle gusto a Carlos), que se separaría de su esposa.

Por otro lado, Virginia estaba extrañada con la prueba del doctor, la subieron a una mesa y le abrieron las piernas, la última vez que eso le abrieron las piernas fue el antiguo novio de la prima Dora, un paramédico que se aseguró de que todo sirviera para la boda.

—Todo parece estar bien — dijo el doctor mientras leía los resultados de los exámenes acomodando sus lentes sobre la mesa —Los ciclos hormonales están bien. Sólo hay una anotación acá sobre la señora. Parece que tiene algo irritado el colon. Dígame señora, ¿ha sentido alguna molestia? ¿Muchas evacuaciones, diarrea?

— ¿El colon? No doctor, así siempre me queda cuando mi esposo y yo intentamos tener un hijo, ¿eso no es normal? Es que me habían dicho que siempre duele… —dijo Virginia sonrojada.

— Señora, el sexo anal es saludable en algunos casos, pero no para un embarazo.

— ¿Qué no se hace por ahí? —interrumpió indignado José.


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