*Texto para la presentación del poemario Con la luna en el ombligo
Por Estephani Granda Lamadrid
El libro que hoy corresponde presentar, Con la luna en el ombligo, de la escritora Gloria Mejía, es una publicación realizada bajo el sello de la BUAP, y que vio la luz en abril de 2013, En su interior podemos constatar la presencia de dos textos introductorios y un par te poemas que también fungen como presentación, lo que le da una cualidad de único.. A su vez, el libro está dividido en dos secciones, una llamada Celeste y otra Terrena. El título Con la luna en el ombligo y la temática del mismo me obliga a hablar de un par de cuestiones, referentes al erotismo y a la representación de la luna en las siguientes líneas:
El erotismo de Paz
Existe un vínculo entre la palabra y el cuerpo, una forma en que podemos unir la piel y poesía, y es por medio de la metáfora. Nos referimos al ritmo y a la metáfora en un sentido extendido, en el que trastocamos la esencia de los objetos para crear uno nuevo, con un significado que es los objetos y es algo más, transformación, una cosa que ya es otra.
En este sentido Octavio Paz, en su libro denominado “La llama doble” hace un estudio muy interesante al respecto, y en el que marca una separación de términos; el sexo, el erotismo y el amor.
Para el Premio Nobel, el erotismo es un espectro abierto de posibilidades de reconocer al cuerpo, y transfigurarlo a través de poesía, algo que él denomina estar constituidos por oposiciones complementarias. De este modo, se puede entender que el lenguaje, es decir, la palabra en este caso, tiene la capacidad de evocar y hacer palpables, a través de una nominación, a las sensaciones; y por otro lado, el erotismo no es mera sexualidad, pues es parte de una ceremonia, de una representación.
De este modo, se reconoce dentro del erotismo la presencia siempre de un par de personajes, la persona que está imaginando y el otro, el sujeto activo pero imaginario (pues dice que siempre es la imagen que nos hacemos del otro cuerpo, como lo recordamos). ¿Abrazamos fantasmas? Los sentidos, sin perder sus poderes, se convierten en servidores de la imaginación- dice Paz.
Así pues, llegamos a la inevitable pregunta de ¿quién eres? Quién es el otro cuerpo que está en nuestra mente, y quién es el cuerpo que está al contacto con nuestros sentidos.
Es esta explosión de sensaciones –más que sentimientos- es la que nos conduce al tema del erotismo.
Las mujeres y la luna
Una vez que establecimos algunas generalidades sobre el erotismo, hablaremos un poco sobre cómo la figura femenina ha tratado de cambiar de sitio, dejar de lado su habitual lugar como como objeto del deseo. Por lo que aquí corresponde, el libro que hoy presentamos, de Gloria Mejía, nos hace un espacio propicio para reflexionar sobre la pertinencia y la habilidad para invertir los papeles, es decir, que la mujer se atreva a referenciar el cuerpo del amado, volviéndose así sujeto activo dejando a tras el papel pasivo que ha desempeñado en la literatura. Entonces, ¿cómo es que se debe abordar el cambio de roles, qué metáforas son las pertinentes para hablar del cuerpo masculino cuando vivimos en un momento histórico en el cual, a principios del siglo XXI se continua con ideas – respecto al cuerpo, el sexo y los roles- que bien podrían encajar en el medievo, o en la época colonial de nuestro país?
Lo cierto es que se han hecho algunos avances en la lírica escrita por manos femeninas, así pues, podemos mencionar un par de ejemplo. El primero de ellos está encarnado en Silvia Tomasa Rivera, poeta oriunda de Veracruz, perteneciente a la generación de los 50 que ha desarrollado una poética con una enorme carga erótica, como en el libro Poemas al desconocido, poemas a la desconocida:
Seré capaz, si me permites / de perderme en los confines / de tu huerto / y extraer la dulzura, / como quien saca jugo /a un mango criollo
Otro ejemplo, por lo arriesgado de sus temas, son los que podemos encontrar en la poeta Adriana Tafoya, que ha trabajado una poética que pone en conflicto los estereotipos impuestos en la mujer como en su libro de Animales seniles en donde habla del erotismo en los ancianos, mencionemos un ejemplo “me dispongo a posarme en la punta /de un tornillo plata /que brilla erecto / sobre un par de almendras en bolsa de cuero / que tensan a este hombre /al punto del delirio / desnudo”
En otro aspecto, es importante mencionar la recurrencia simbólica de luna, y cuya figura ha sido referencia en todas las épocas y culturas, tanto occidentales como orientales, dándole su jerarquía al relacionarla directamente con la mujer, pues recordemos que las mareas y los ciclos menstruales están supeditados a ella. Además, también se pueden mencionar las diferentes fases de la luna y su vinculación con las etapas, tanto de las mujeres como de la vida, y por tanto, también en un sentido mitológico con “la diosa blanca” y su presencia en diversos cultos: la luna creciente, la luna llena y la luna menguante., que representaban a la niña, a la mujer en plenitud y a la anciana. En cuanto a la manera gráfica de representar a la luna y por tanto a la diosa blanca que ha influenciado grandemente a la poesía, se ha preferido por la evocación de los cuernos (como los de los toros) por su similitud con la media luna. Sin duda un tema infinito es el referente a la luna y sus posibilidades, tanto fisiológicas como metafóricas.
El trabajo pendiente
Sin duda, el trabajo que corresponde al erotismo, especialmente al escrito por mujeres, si bien ha tenido intentos aislados, aún tiene un gran camino por delante. Gloria Mejía tiene claro que cambiar los patrones, los estereotipos y prejuicios respecto a la concepción del amor, de la erotización del cuerpo, de la mujer y la capacidad de goce es un buen objetivo que vale la pena ser explorado en un momento donde los medios nos tienen agobiados con clichés. Un buen poema erótico será aquel que sepa desligarse de lo meramente sexual, de las meras descripciones de un encuentro carnal que roce en lo descriptivo, para volcar el poder de la palabra, y de la metáfora como pilar del texto. Será importante no olvidar, como apuntó Octavio Paz, que se entendiera a “La poesía como testimonio de los sentidos”, es decir, darle la oportunidad a todos los órganos sensoriales de explorar el cuerpo del amante, tal y como lo hace Cortázar en el número 7 de la novela Rayuela, o como llega a escribir Alberto Ruy Sánchez en sus novelas que rozan en lo poético.
En hora buena, brindemos por este libro que seguramente será el principio de un interesante ejercicio escritural de Gloria.
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